La silenciosa

Las sabias bocas del pueblo habían dado su veredicto, la silenciosa no estaba cuerda y era una amenaza latente. Estas le impusieron una orden de alejamiento tácita hacia los niños, aunque lejos estaba ella de interactuar de con alguien.

Su figura comenzó a ser recurrente en los pícaros diálogos de los pequeños, ellos la veían desde una perspectiva contaminada por sus mayores; salvo Lucas, un pebete de diez años, quien tenía más calle que todos los habitantes de Villa Concepción juntos.

Este percibía algo en aquella mujer que los demás no podían, desnudo de censura y sin una nota prohibitiva, tomó la decisión de sacarle alguna palabra a la desconocida. Había pasado un tiempo desde su aparición por las calles del poblado y aun nadie había escuchado su voz, lejos estaba de ser una tarea fácil.

Detrás del almuerzo, Villa Concepción se sumía en un toque de queda, la siesta es sagrada por esos lares. Lucas pertenecía al grupo disidente y compartía travesuras junto a sus amigos. No le importaba perderse unos picaditos para arrimarse a un edificio abandonado en donde la mudita solía aparcar las tardes.

Su tía Albertina le preparaba la vianda y el pequeño samaritano la compartía orgulloso, los primeros días intentó en vano hablarle hasta el cansancio para sacarle alguna palabra, ella cogía la comida y la devoraba sin mirarlo, así fueron compartiendo tardes sabrosamente silenciosas.

Hasta que un día le tocaba realizar un trabajo práctico con sus compañeros del colegio, de camino paso por la biblioteca a buscar el libro sobre el que tenían que trabajar: “Desde el silencio”. Mientras le entregaba el almuerzo-cena a la muda, el ejemplar se le cayó, la mujer abrió sus inmensos ojos y esbozó una mueca de otra vida. Le miró fijamente y con señas le sugirió que leyera el libro en voz alta.

Al pequeño Lucas se le aceleró el corazón, entre sorprendido y alegre comenzó a recitar una a una las palabras del primer capítulo. Mágicamente los vocablos formaban una eterna alegría entre ambos.

“Elsa se llamaba la protagonista de la historia, tenía una vida de ensueños junto a su novio de toda la vida, se casaron y cuando ella se dirigía con la felicidad abierta a darle la noticia a su marido de que esperaban un niño, se encuentra con una carta en la cama con explicaciones que jamás comprendió.

Entró en un coma depresivo, en pocos días perdió el embarazo y comenzaron a sonar voces en su cabeza que nunca la abandonarían. Al no tener donde desahogar toda esa frustración algo estalló en su interior y le provocó daños a su salud mental, las medicaciones fueron llevándola de a poco a desviarse de su cuerpo. Y la cordura sucumbió ante la psiquis dominante, se fue enterrando en vida.

El encierro de cuatro paredes acrecentaba el tormento y la calle le otorgaba un respiro. Se fue de su casa y comenzó a vagar de pueblo en pueblo, una nómade sin voz. Un solo momento fue demasiado para que el destino la azotara sin piedad por el resto de sus días.”

El libro consumió a los días, mientras Lucas narraba la historia el silencio de la mujer dejaba de ser absoluto, la mirada de sus ojos, la ansiedad manifiesta en sus manos y las muecas en su rostro, así lo reflejaban.

Unas semanas más tardes el niño terminaba de leer la página ciento cuarenta y cinco, la siguiente daba comienzo al último capítulo del libro. La silenciosa le tomó la mano y le miró fijamente, con un ademán le expresó que lo dejara por ahora.

Al día siguiente el niño caminaba imaginándose un desenlace, sin saber lo que le estaba esperando. El hall del viejo cine abandonado había sido la sala de lectura y estaba vez se encontraba vacía, la silenciosa no se encontraba, Lucas registro el sitio y nada, ella no estaba, cuando de repente distinguió en la pared un escrito: El último capítulo lo tienes que escribir tú. Lucas no entendió al principio, aunque rápidamente le vino un subidón de adrenalina, cogió el ejemplar libro y se dirigió al principio del final:

“El pequeño Lucas tenía en sus manos mi destino…” Le proseguían doce páginas de un blanco silencioso hasta llegar a la palabra Fin.

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