El Braian y Cajita
El frío del metal enfundado en su panza hacia crecer su soberbia. Entre los guachines ATR, él era el comandante, el guacho más piola del barrio y solo tenía quince años. El tácito código de los viejos malhechores se evaporó en los noventa y nació un nuevo código, que se escribe día a día, más bien cada minuto en las calles de Buenos Aires y aquí lo tenemos al Braian, el pendejo más hijo de puta del barrio, en un plis-plas pasó de jugar a los videojuegos a robar bicicletas y ahora iba a por más, desde que tenía el fierro, se creía un ser superior, no tenía miedo a nada ni a nadie. Ese mediodía, pasado de rosca, sacó el treinta y ocho plateado y comenzó a gatillar, la bala sabia no quería salir de la recámara, estaba encasquillada, así que comenzó un juego apuntando primero a un anciano que no se dio por enterado, clic, clic, clic, sonaba en la callecita de tierra. La ruleta rusa continuó con un testigo de Jehová, que huyó despavorido, la gente solo miraba sin decir nada por miedo