Las féminas
Caminaban en fila, tenían prohibido levantar la vista, solo podían ver el suelo, las reglas del miedo, el mundo se había ido al carajo hace tiempo, la humanidad se había suicidado y solo quedaban rastros de ella en viejos libros. Los machos alfas dominaban y temían el poder de las féminas, por eso, no dejaban que se relacionen, que tengan voz propia, solamente podían ser libres dentro de sus aposentos cuando se iban a dormir, luego de haber trabajado duro durante toda la jornada. Así, eran sus días en la Fortaleza, esclavas del sistema impuesto, su única misión en la tierra era la de procrear y servir a los machos alfas hasta la muerte. Ser fémina era un calvario, de principio a fin, vivían sujeta a las decisiones, en muchas ocasiones, aberrantes de sus amos. A lo largo de los años, varias féminas intentaron en vano escapar de la Fortaleza y como recompensa recibieron el filo de un cuchillo pasar por su cuello. Otras pudieron decidir por primera vez y resolvieron irse al más a