Noche de Halloween en Wilde


Wilde, 25 de octubre de 2016

Noticia extraída de un periódico local: “Séptima víctima del asesino de jovencitas en Wilde”. El homicida mantiene en vilo a toda la población y la policía no consigue dar con su paradero.

Una semana más tarde Lucia caminaba sola por la Avenida Mitre, volvía a casa decepcionada tras haber quedado con unas amigas para festejar Halloween, iba disfrazada de vampiresa, un traje que le sentaba perfecto a la coloradita de dieciséis años.

Durante toda la noche estuvo tratando de impresionar al boludo de Fernando, mientras el susodicho parecía tener la atención puesta en una zombi morocha. Las ilusiones de varias semanas se fueron al traste, necesitaba estar sola, por eso en un momento de la fiesta, se escabulló sin que sus amigas se dieran cuenta y partió en busca del refugio de su habitación.

Los patrulleros vigilaban como nunca antes la ancha e iluminada avenida, hasta el más corrupto de la seccional le tenía ganas al asesino serial. Lucia localizó en la lista de canciones de su Moto G, “Solo” de Las Pelotas, mientras caminaba enojada con el mundo arropada por el azul de las luces.




A pesar de los lugares que visitás, 
a pesar de las bocas con las que hablás,
a pesar de la música que escuchás,
solo vas, solo estás.




Al dejar la segura Avenida Mitre por una sombría callecita del barrio, entró en la boca del lobo, en la oscuridad de la noche, el depredador de Wilde esperaba agazapado una presa para saciar su apetito insaciable de matar.

El asesino la vio venir distraída, oliendo juventud, el aroma que tanto le provocaba y comenzó a seguirla en la lejanía, esperando la ocasión para asestar el zarpazo. Lucia iba en un mal cuento de princesas y no se percataba del horror que tenía unos pasos atrás, la presa estaba herida por dentro. Solo dos calles la separaban de su casa.

El depredador apuró sus pasos, la tenía a unos pocos metros y se acercaban a un terreno baldío, lugar ideal en donde acometer sus atrocidades, enfundó la faca en su mano derecha y arremetió sigilosamente contra la coloradita.

A pasos del ataque, dos pinchazos por la espalda pararon en seco la acometida del asesino, confuso se giró, con cuchillo al frente para defenderse, pero el dolor fue inmenso y le arrodilló, mientras un anónimo con la máscara de la V de Vendetta le miraba fijamente con un par de dagas en sus manos, el depredador había sido cazado por la Venganza.

La coloradita dio la vuelta en la esquina cubierta en pena, jamás se enteró de lo sucedido y en Wilde aún se busca al asesino, aunque desde ese momento no se escuchó más hablar de él.

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