La mirada de Carlos ya mostraba signos del virus, el resto del grupo lo miraba consternado, su líder comenzaba el proceso de trasformación y luego en Fuengirola, solo serían seis las personas resistiendo tras los muros del Castillo de Sohail. Europa yacía en penumbras, solo permanecían algunos bastiones de seres pensantes diseminados por ahí, todo se había vuelto oscuro y hordas de depredadores hambrientos caminaban sin rumbo, devastando todo a su paso, un paisaje desolador. El grupo debía afrontar la inminente pérdida de Carlos, el cerebro y músculo, el que había librado mil batallas, el de la mano tendida y el corazón abierto en un mundo que paso de gris a oscuro en días. Justo, antes de entrar a la fortaleza, su brazo quedo atrapado en la boca de una persona sin alma y en ese instante, la suya tocó la puerta para despedirse. El líder sintió irrumpir algo desde sus entrañas, una ola de escalofríos sacudió su cuerpo, en sus venas algo se movía a toda prisa, era el
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