Agujeritos en la chapa

La lluvia se colaba por los orificios, marca de los antiguos clavos en las chapas de terceramano, adquiridas al Pelado con los 80 pesos ganados de la changa del día anterior, tenia un sonrisa sin fin, justo cuando termino de colocar la última chapa sobre unas vigas de madera, regalo del tío Roberto hace una semana atrás, un estruendo provino del cielo y en segundos la lluvia se adueño de la ciudad, pero José estaba cubierto, las gotas eran solo eso "gotas" y ya tendría tiempo de taparlas, no haría como los Mareco, la familia de su mejor amigo, que impermeabilizaban  los agujeritos con chicle Cowboy de menta, ahora que trabajaba en la construcción sabia bien que material iba a utilizar para evitar la filtración, por eso la sonrisa era aun mas grande.

Se sentó en una de las tres sillas que eran de su propiedad y saco del bolsillo de su camisa vaquero marca Lee, el atado Marlboro, mirando las gotas que caían sobre el tarro de lata que había puesto debajo para evitar un charco.

Prendió un cigarrillo y comenzó a darles pitadas al rubio tabaco americano, estaba exhausto pero feliz, la semana fue bastante dura como reflejaban sus manos curtidas con callos y grietas, producto de las diez horas diarias con su compañera de trabajo "la pala".

En un instante le vino en mente su niñez y lo mucho que le gustaban los días de lluvia, sobretodo por el sonido del agua golpeando las chapas en la casa de sus padres y si eran por la tarde mejor porque Doña Juana prepararía tortas fritas con mate cocido en gran escala para saciar las bocas de él y su cinco hermanos.

Con la ultima seca, le gano el cansancio acumulado durante la semana por el laburo, la changa y las horas extras en la terminación de su rancho, le echo una mirada a las filtraciones, vació los tarros y los puso de nuevo para que sigan haciendo su tarea.
Arriba de unos palets de ladrillos que encontró en la basura, estaba el colchón que todavia estaba a resguardo con el plástico que viene de fabrica.

Se recostó y se tapo con una colcha andina que lo acompañaba a donde iba, la sonrisa se fue apagando con el sueño, mañana seria otro día, por suerte Domingo y el despertador no se comportaría como el verdugo matinal de costumbre. 

BAJ

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